Moonlight, la coctelería artística en la que refugiarse de la banalidad

Una va a Barcelona y a Madrid y siempre tiene una coctelería de referencia a la que acudir para una cita especial, de esas en las que quieres concentrarte en la otra persona, que se concentre en ti y que haya pocos estímulos más con los que despistarse. Pero en Zaragoza todavía me faltaba mi coctelería fetiche. Y resulta que ahí, en plena plaza Nolasco, despunta el Moonlight, un bar esquinero que conserva su estética bohemia pero con toques artísticos que recuerdan a Dalí y encajan a la perfección con las ilustraciones de su carta.

img_20190115_184853

Una carta extraordinaria que pretende dar que hablar. Me explico: Tú llegas, te reciben como si entraras a un restaurante, te ofrecen asiento para que te acomodes, de forma que no se supere el aforo ni su capacidad para ponerte un cóctel digno en un tiempo adecuado; y te ofrecen una carta por cada dos personas. Para que tengáis que hablar sobre ella. Para que os concentréis en los cócteles, en lo que os sugieren los nombres, las citas que los acompañan y las bellísimas ilustraciones que Samuel Akinfenwa ha hecho específicamente para las 14 obras de arte del maestro coctelero Borja Insa.

IMG_20190115_183116.jpg

14 obras que simbolizan el alma de cada cóctel, que, por los colores y trazos, permiten imaginarse qué ingredientes tendrá cada uno y exponerse a acertar. Insa confiesa que están “un poquito locos”, porque la idea es que el cliente se avenga a jugar, que se deje sorprender y emocionar mediante los sentidos.

Vaya por delante que, si no te gusta la propuesta del barman, te la modifica o te la cambia; lo importante es que disfrutes. Y si no deseas arriesgar, también puedes pedir la lista con toda la composición de los cócteles, sin problemas.

Pero por los nombres ya se puede intuir qué llevan. Por ejemplo, el Mai colada es una mezcla de la coctelería Tiki, propia de los piratas, con mucho ron y especias; y la colada remite a sabores más tropicales, no tan lácteos ni empalagosos.

 

img_20190115_184109

En El Principito, que representa mucho a Borja, él dice que “lo importante no es el vodka Curicó, ni el planeta recipiente, ni la historia del Principito en sí, sino lo que sucede entre la gente, lo que se cuentan, que es a lo que hay que ir a un bar, a charlar, a estar con una persona en la intimidad”. Este es cítrico, tiene un punto a canela exquisito… y no te lo quieres acabar.

img_20190115_184135

Desvela Borja también que el Mole, tras muchas probatinas que dejaban bastante que desear, llegaron a la conclusión de que estaba mejor emulando un Margarita con naranja y néctar de Pedro Ximénez, con una mazorquita bañada en cacao. En un primer trago sabe como a tabaco, pero según lo vas probando, te engancha irremediablemente.

 

 

El One hundred one balloons viene con un globo para ver en cada cliente la sonrisa del niño al recibirlo. Y luego hay que contemplar la cara que se les queda cuando sienten que están saboreando una auténtica cheescake, porque mezclan una botella de vodka con 70 gramos queso azul en la Termomix. O sea, que si eres de esas personas que se ahorran el postre para evitar la pesadez, ¡ahora te lo puedes beber!

img_20190115_190938

Otros ejemplos: En el Ice chili bourbon, la acidez nos equilibra el picante. En el Abeja y romero, hay ginebra con romero fresco elaborada en el Moon Light, pero ojo, que siempre hay un sabor sorpresa…

img_20190115_191553

Pero para los conservadores que prefieren ir sobre seguro, también hay “una carta clásica, con combinaciones clásicas que la gente reconoce, que no dan miedo, como el pisco sour, que está muy de moda, el Manhattan…” Borja considera que había que mantener esa cultura del cóctel de toda la vida, y va más allá:

“incluso si el cliente pide uno que no está en la lista, buscamos la receta en el acto y lo elaboramos, la cuestión es que todo el mundo se tome lo que quiere y disfrute”.

Llegan hasta el punto de que hacen vermús los fines de semana, con sus anchoas en salmuera, sus boquerones… Y, alucinante, con la cantidad de vermús de diferentes tipos que tienen en la barra, te pueden hacer cócteles con vermú personalizados en función de lo que vayas a comer luego. “Por ejemplo, si me dicen que van al Tragantúa, les hago el cóctel que pega para comer después marisco o pescado; en cambio, si van a La Lobera de Martín a comerse un chuletón, les hago otra combinación diferente”.  

IMG_20190115_181911.jpg

Deja un comentario